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DIE LINKE,UN TROYANO EN EL CORAZON DEL CAPITALISMO ALEMAN


KAOSENLARED
Cuando se indaga sobre el origen de "Die Linke" apenas hay datos más remotos que la caída del muro de Berlín. Pero las aguas subterráneas arrastran una honda de movimiento más larga de lo aparente

Al retroceder hacia el ayer para comprender el origen de “Die Linke” (La Izquierda) apenas se encuentran episodios y antecedentes que lleguen más atrás de la caída del muro de Berlín. Pero aunque las aguas subterráneas se mueven casi siempre de forma más lenta que en la superficie del río, su honda de movimiento es frecuentemente más larga de lo aparente.
De regreso al pasado contemplamos los hitos más evidentes que marcan el proceso de crecimiento e implantación de Die Linke como una realidad firme y creciente en la sociedad alemana. Y lo hacemos en un camino inverso que nos permita ir viendo de qué modo la retrospectiva jalona los pasos que van desde el éxito electoral del pasado domingo 30 de Septiembre de 2009 a la fecha de una aparente derrota (noche del jueves 9 de noviembre de 1989) para quienes imaginaban posiblesalvaguardar el socialismo mediante muros protegidos por alambre de espino y la Volkspolizei o “policía del pueblo”.
Veinte años después, rememorando la novela de Alejandro Dumas, la izquierda sobreviviente de la extinta RDA se ha extendido por toda la Alemania unificada como una imparable mancha de aceite.
El pasado domingo Die Linke obtenía (datos oficiales provisionales del gobierno alemán a 28 de Septiembre) un 11,9% de los votos y 76 actas de diputado para el Bundestag (el mejor resultado de su corta historia), convirtiéndose en el 4º partido en representación parlamentaria, pisando los talones al tercer partido, los liberales del FDP (14,6%, el partido que gana más votos y escaños, y desplazando a los verdes (Die Grünen) al 5º puesto.
El 30 de Agosto, sólo un mes antes, en los 3 Estados del Este alemán en el los que se celebraban elecciones –Sajonia, Turingia y El Sarre-con resultados de un 21% y 28 escaños (segunda fuerza política), 27,3% y 27 escaños y 21,3% (tercera fuerza política y ascenso desde un 2,3% en 2004) y 11 escaños. Primer elemento de reflexión: El Sarre es feudo histórico de Lafontaine, que fue su ministro presidente durante varias legislaturas.
Los resultados en el Este de Alemania no deben de sorprender pues es en esa zona en la que el PDS (antecedente ex comunista de Die Linke) ha sido un partido de muy fuerte raigambre desde las primeras elecciones regionales y municipales de la Alemania unificada.
En las elecciones al Parlamento Europeo del 7 de Junio de este mismo año, Die Linke alcanzaba el 7,5% y 8 eurodiputados, aún como quinta fuerza política, tras los verdes y los liberales.
En 2008 Die Linke entra en los parlamentos regionales de Hesse (5,1%), Baja Sajona (7,1%) y Hamburgo (6,5)% y en 2007 entra en el parlamento de Bremen, lo que va ampliando la extensión de La Izquierda hacia el oeste, de fuerte tradición histórica anticomunista. Es de destacar que la Alemania Federal que había llegado a prohibir al Partido Comunista Alemán (DKP) hubo de tragarse la evidencia de que el segundo cinturón de seguridad antirradicales (listón del 5% para alcanzar representación parlamentaria) fuese saltando hecho añicos Estado asociado tras Estado asociado alemán y especialmente en el Oeste dónde dicho cinturón de seguridad había funcionado en las elecciones federales de 2002 en las que en esa zona del país el entonces PDS había quedado limitado a un modesto 4%
Ha cogobernado, como PDS con el SPD en el estado federado de Mecklemburgo-Pomerania Occiental hasta 2006
Fundación en 2005 del WASG (Trabajo y Justicia Social-la Alternativa Electoral), escisión del ala izquierda de la socialdemocracia y con fuerte apoyo de sindicalistas, como consecuencia del desencanto por la evolución derechista de la coalición “rojiverde” (PSD y Die Grünen) del período de 1998 a 2005. Oskar Lafontaine se incorporó a él en Junio de 2005, siendo desde entonces su máximo dirigente.
En el mismo año el PDS cambia su nombre por el de Die Linkspartei.PDS (El Partido de la Izquierda. PDS).
Ambos pasos son el antecedente de la presentación de los dos partidos en coalición a las elecciones federales alemanas de Septiembre de 2005 en las que alcanzan el 8,7%.
Dos años más tarde (16 de Junio de 2007) la fusión de ambos partidos da lugar al nacimiento a Die Linke, acordado previamente en
Desde 2001, como PDS entonces (Partido del Socialismo Democrático) cogobierna con los socialdemócratas del SPD la ciudad de Berlín
En 1998 rompió por primera vez el cinturón de seguridad nacional del 5% en las elecciones al Bundestag y alcanzar 37 actas de diputado.
En las elecciones de 1994 el PDS tuvo que soportar una brutal campaña anticomunista de los demócrata-cristianos de la CDU, atemorizando a los votantes comunistas del Este de Alemania. La campaña, conocida como “Red Socks” (calcetines rojos) estaba destinada a provocar el desistimiento en el apoyo al PDS en la extinta RDA, combinando palo y zanahoria (comportamiento inversor en el Este en función de los resultados electorales). A pesar de todo el PDS ganó la mayoría en 4 distritos del Este, alcanzó el 4,4% nacional y logró entrar en el Bundestag con 30 diputados
El 4 de Febrero de 1990 se refunda como PDS y se inicia la ruptura con el pasado estalinista del SED pero sin renunciar a los aspectos valiosos recogidos de la experiencia de la RDA.
El 16 de Diciembre de 1989 Gregor Gysi, abogado de disidentes comunistas como Robert Havemann o el comunista verde Rudolf Bahro, junto con los disidentes comunistas Stefam Heym y Christa Wolf, entre otros, crean el SED (antiguo Partido Socialista Unificado de Alemania, comunista)-PDS, en el que en un primer momento conviven antiguos estalinistas junto con comunistas democráticos. Se inicia una doble y contradictoria dinámica de renovación ideológica dentro de la tradición de origen.
Hasta aquí el lector inteligente puede extraer ya algunas conclusiones: Die Linke es una izquierda ex comunista que se niega a integrarse en la socialdemocracia clásica, al contrario de lo que han hecho la mayoría de los partidos ex comunistas del desaparecido “socialismo real”.
También puede deducirse que su implantación de origen en los estados asociados del Este alemán es muy poderosa, lo que indica que la extinta RDA conectaba con amplios sectores de la población de aquel Estado y no sólo con las castas de aparacthikis (miembros del aparato del partido, funcionarios), familiares y, en general, sectores privilegiados del régimen.
De igual modo, es posible extraer el carácter plural, dentro de la izquierda de origen marxista, de Die Linke.
Así mismo, puede deducirse que la fusión entre el antiguo PDS y los socialdemócratas de izquierda del WASG ha dado carta de “respetabilidad” a una izquierda que muchos habían tildado de nostálgica o de mera resistencia de una parte de los alemanes, la de los ex ciudadanos de la extinta RDA, a integrarse en una nueva Alemania en la que les costaba reconocerse y de la que muchos de ellos se sentían marginados. Y que el acceso de Lafontaine a una de las dos presidencias del nuevo partido había ayudado a extenderlo mucho más allá de los estados federados del este alemán.
Incluso el hecho de que en su génesis fundacional hay una trayectoria de dirigentes que, lejos de perseguir a los disidentes comunistas y forzarlos hacia la conversión a la derecha y el capitalismo, busca integrarlos en un proyecto de socialismo radical y transformador.
Pero, ¿es suficiente esa aproximación para entender el fenómeno Die Linke, su capacidad de expansión hacia el Oeste, su crecimiento, sin apenas fracasos (2002), la revolución que está provocando en el sistema de partidos alemán y el atractivo que presenta para amplias capas de trabajadores alemanes, a pesar del ostracismo en el que la derecha y, la mayoría del SPD, pretenden continuar manteniéndole?
La respuesta es sencillamente no. Bajo la superficie de las aguas vivas se producen fenómenos ajenos a la vista del profano pero cuyos efectos pervivena lo largo del tiempo y dejan su impronta sobre lo aparente con mucha más fuerza de lo que los efectos visibles parecen querer decirnos.
Factores de un pasado más lejano que han dejado su sello en “Die Linke”:
En la izquierda alemana de raíz marxista no es ajena la idea democrática a la de transformación revolucionaria o socialista de la sociedad sino parte profundamente instalada en su código genético.
Federico Engels en su “Contribución a la crítica al proyecto del programa socialdemócrata-1891) planteó: “Está absolutamente fuera de duda que nuestro partido y la clase obrera sólo pueden llegar a la dominación bajo la forma de la república democrática. Esta última es incluso la forma específica de la dictadura del proletariado, como lo ha mostrado ya la Gran Revolución Francesa”.Para Marx y Engels la expresiones “dictadura del proletariado” y “república democrática” nada tienen que ver con las tergiversaciones posteriores que se hicieron de las mismas. Para ellos dictadura del proletariado equivalía a hegemonía política y de dirección del Estado por la clase trabajadora, llamada a ser la mayoría de la sociedad, como contraposición a lo que denominaron “dictadura de la burguesía” o hegemonía de sus intereses en el Estado y la sociedad. Pero siempre bajo las formas democráticas republicanas, tan opuestas a las experiencias de lo que en el siglo XX habrían de conocerse como Repúblicas Democráticas.
Engels será también preciso al respecto en otro párrafo de una obra anterior (“El programa de los emigrados blanquistas de la Comuna”.1874) “De la idea blanquista de que toda revolución es obra de una pequeña minoría revolucionaria se desprende automáticamente la necesidad de una dictadura inmediatamente después del éxito de la insurrección, de una dictadura no de toda la clase revolucionaria, del proletariado, como es lógico, sino del contado número de personas que han llevado a cabo el golpe y que, a su vez, se hallan ya de antemano sometidas a la dictadura de una o de varias personas”. Ante la clarividencia de este párrafo, uno siente la tentación de hacer traslaciones hacia episodios de trascendencia histórica fundamental del siglo XX. Es evidente que en esa concepción de los fundadores del marxismo no estaba la sustitución de la dominación de clase por la de vanguardia que actuara en su nombre.
Bastante más tarde (polémica con los dirigentes de la Comuna de Cronstadt) Rosa Luxemburgo sería aún más explícita:“...Es un hecho incontestable que sin una libertad ilimitada en la prensa, sin una libertad absoluta de reunión y de asociación, la dominación de las amplias masas populares es inconcebible.” “...las tareas gigantescas a las que se han aplicado los bolcheviques con valor y resolución, necesitan la educación política más intensa de las masas y una acumulación de experiencias que nunca es posible sin libertades políticas. La libertad reservada sólo a los partidarios del gobierno, sólo a los miembros del partido, por muy numerosos que sean, no es libertad. La libertad es siempre la libertad del que piensa de otra manera. No por fanatismo por la ‘justicia’, sino porque todo lo que hay de instructivo, de saludable y de purificador en la libertad política depende de esto y pierde su eficacia cuando la libertad se convierte en un privilegio.” “Jamás hemos sido adoradores de la democracia formal, continuaba Rosa Luxemburgo, “para nosotros esto quiere decir sólo una cosa: siempre hemos distinguido entre el fondo social y la forma política de la democracia burguesa. La tarea histórica que incumbe al proletariado una vez llegado al poder, es crear la democracia socialista en el lugar de la democracia burguesa y no suprimir toda democracia. Y continuaba: “...esta dictadura (del proletariado) consiste en la manera de aplicar la democracia y no en su abolición. Esta dictadura debe ser obra de la clase y no de una pequeña minoría que dirige en nombre de la clase; ...ahogando la vida política en todo el país, es fatal que la vida en los soviets mismos esté cada vez más paralizada. Sin elecciones generales, sin libertad ilimitada de prensa y de reunión, sin lucha libre entre las opiniones, la vida se muere en todas las instituciones públicas, se convierte en una vida aparente donde la burocracia es el único elemento activo.”

Poco tenía que ver la tradición marxista alemana, la auténtica fuente del marxismo, con las afirmaciones de Lenin:“Pero la dictadura del proletariado, es decir, la organización de la vanguardia de los oprimidos en clase dominante para aplastar a los opresores, no puede conducir tan sólo a la simple ampliación de la democracia. A la par con la enorme ampliación del democratismo, que por primera vez se convierte en democracia para los pobres, en un democratismo para el pueblo, y no un democratismo para los sacos de dinero, la dictadura del proletariado implica una serie de restricciones puestas a la libertad de los opresores, de los explotadores, de los capitalistas. Debemos reprimir a éstos, para liberar a la humanidad de la esclavitud asalariada, hay que vencer por la fuerza su resistencia, y es evidente que allí donde hay represión, donde hay violencia, no hay libertad ni hay democracia”. (El Estado y la revolución). La experiencia mostraría luego el arbitrario modo de decidir quien era opresor, explotador o capitalista. Si la denominación era insostenible siempre quedarían a mano las acusaciones de agente del capitalismo o burgués frente a cualquier disidencia.
Las trayectorias políticas son herederas de las tradiciones en las que se asientan, por mucho que traten de superarlas de un modo positivo. El marxismo en su raíz alemana había conocido la democracia formal y no pretendía abolirla sino hacerla real para la inmensa mayoría de la población, no sólo en sus vertientes económica y social sino también en la política. Por el contrario, la tradición autocrática zarista no pudo ser el germen para crear una cultura democrática en los revolucionarios que habrían de instaurar un nuevo sistema político y económico.
No debe sorprendernos que a pesar de que la RDA fuera uno de los regímenes más estalinistas del bloque socialista (Erich Honecker fue uno de los dirigentes comunistas más duramente enfrentados a los procesos de reformas introducidas en la URSS, ya que sabía que el destino del Estado de la RDA estaba inexorablemente unido al soviético) las convicciones democráticas no hubieran muerto dentro del SED (Partido Socialista Unificado Alemán). A finales de 1977 aparece en la RDA el manifiesto de la Liga de los Comunistas Democráticos de Alemania en la revista occidental “Der Spieguel”, por imposibilidad de hacerlo en las publicaciones oficiales de la RDA. La Liga que agrupaba a altos y medios funcionarios del SED demandaba una reforma democrática que preparara la reunificación con la otra Alemania. “La alternativa” del comunista, luego comunista-verde, Rudolf Bahro aparecería en agosto de 1977. Luego saldría de “Die Grünen” en 1985 por la aceptación de este partido del sistema capitalista.
Pero hay un hecho en el carácter de “Die Linke” que no debe de ser considerado como un factor de importancia menor. La pertenencia al mismo partido de socialdemócratas de izquierda y de militantes de trayectoria democrática.
La historia de la izquierda alemana es dramática. La I Guerra Mundial que dividió a socialdemócratas de derecha, que apostarían por la guerra, y socialistas de izquierda que acabarían fundando la Liga Espartakista y el luego el KPD (Partido Comunista de Alemania). La Liga Espartakista lanzó un llamamiento revolucionario, aplastado por los socialdemócratas de derecha que, al mando de Fiedrich Ebert y de Gustav Noske, reprimiría a sangre y fuego a los insurgentes con la ayuda del ejercito y de los grupos fascistas de “Freikorps” y asesinaría a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht, arrojando sus cadáveres al río.
Los años sucesivos serían tiempos de terribles enfrentamientos y desencuentros irreconciliables entre el SPD y el KPD, unos facilitando con su inacción el ascenso del nazismo, otros insistiendo más en el desencuentro que en la necesidad de la unidad de acción para frenar al NSDAP. A pesar de los encendidos llamamientos de Liev Trotsky a la unidad de acción entre socialdemócratas y comunistas en un frente único obrero contra el fascismo y más tarde del frente único defensivo para aplastar al nazismo, ambas izquierdas estaban demasiado ciegas en su competencia particular por la hegemonía dentro de la izquierda. Y en esto llegó Hitler.
Desgraciadamente el ser humano aprende más de sus fracasos que de sus aciertos y, salvando todas las distancias que no resistirían la más mínima comparación entre aquel momento y el presente, lo cierto es que la izquierda alemana parece estar aprendiendo algo de sus derrotas más recientes.
El desmonte del Estado del Bienestar alemán primero, a manos del canciller socialdemócrataGerhard Schröder con su “Agenda 2010” y luego de la “Grossen Koalition” de la democracia cristiana de Ángela Merkel y de los socialdemócratas.
Los costes sociales de la reunificación y los ajustes durante el período de la crisis capitalista han sido estos años especialmente duros para la clase trabajadora. La voladura de los servicios sociales, el incremento del paro, el descenso del nivel de vida, las medidas antipopulares facilitaron la salida de la corriente de izquierda de la socialdemocracia y su fusión con el PDS en un único partido: “Die Linke”.
¿Qué es “Die Linke” hoy?:
Para la derecha alemana el fantasma de Carlos Marx que vuelve a la superficie. Para el centro, SPD, el retrato de su mala conciencia que le está provocando una terrible sangría entre los trabajadores que le abandonan hacia esta nueva izquierda. Para los sectores más extremistas una izquierda que claudica integrándose en una socialdemocracia de izquierda, como si el pueblo alemán hubiera sido traicionado en una supuesta voluntad revolucionaria sólo existente en sus cabezas.
“Die Linke” es muchas cosas. Por de pronto, una izquierda que no se reconoce en la resignación frente el sistema ni en la socialdemocracia de los últimos 50 años en Europa y que está ayudando a girar a la izquierda a la sociedad alemana a la vez que es el reflejo de dicho giro.
En segundo lugar, reclamo enormemente sugerente y atractivo para muchas izquierdas del Viejo Continente que saludan sus éxitos, intentando sumarse al carro de su victoria electoral más reciente, declarándose homólogos del partido alemán, como IU, que nada tiene que ver con él, más que una leve apariencia y el compartir grupo parlamentario europeo, o como Batasuna cuyas similitudes con “Die Linke” son=0.
En tercer lugar, unespacio de convivencia de socialdemócratas de izquierda, comunistas, excomunistas, trotskistas, unidos un dificilísimo equilibrio entre ser un partido de gobierno en muchos ayuntamientos y algún estado federado y un partido de lucha y resistencia frente a la ofensiva capitalista.
Pero también un partido al que el debate interno, vivo, rico, muchas veces contradictorio, no le interioriza ni le impide la acción política. Y un partido para el que el nominalismo y el nombre de la cosa es secundario cuando el programa político está claro: ganar espacios para la izquierda, aglutinar a todas las fuerzas sanas y transformadoras alemanas, recuperar iniciativa de combate y usar las instituciones y la calle como palancas de cambio social y político.
Un partido de nuevo tipo que no teme que sus discusiones transciendan a la calle, sino que las estimula para hacer partícipes a los trabajadores y a los sectores populares de los debates de izquierda, pero que se encuentra unido en la lucha política.
Un partido en el que, hasta hoy, las discusiones entre “realos” y “fundis” (realistas y fundamentalistas) se están saldando con una afortunada capacidad de influirse y respetarse mutuamente, muy lejos de aquellos debates entre fundamentalistas y realistas de “Die Grünen” de los años 80 del pasado siglo que llevaron a imponerse a Joschka Fischer (que apoyó la guerra de Kosovo) y a Daniel Cohn-Bendit, tras el suicidio de Petra Kelly y del ex generalGert Bastian.

Un partido, por qué no decirlo, que tendrá posiblemente pronto que resolver la terrible presión del poder político hacia su institucionalización como partido domesticado del sistema o continuar siendo una propuesta de lucha en la calle y de presencia en las instituciones para usarlas como caja de resonancia de esas luchas contra la burguesía.
De momento, hay un caballo de Troya dentro del sistema alemán que hace pensar si sería del todo quimérico el final de la bella y tierna película “Good Bye Lenin”, en la que el protagonista como acto final de amor a su madre, comunista integra que está en proceso de enfermedad terminal, le crea una nueva “realidad” audiovisual en la que el muro de Berlín no ha caído sino que ha sido derribado por las autoridades de la RDA y su consecuencia ha sido una Alemania unificada en la que ha triunfado el socialismo.

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